Material Extraído del Estudio Anual del 3° Ciclo 1989 SGIAR
"Nunca busque este Gohonzon fuera de usted mismo. El Gohonzon existe solo dentro de cada uno de nosotros, gente común que abrazamos el Sutra del Loto e invocamos Nam‑myoho‑renge‑kyo. El cuerpo es el palacio de la novena conciencia, la realidad inmutable que reina por sobre todas las funciones de la vida."
"El verdadero aspecto del Gohonzon" (Una respuesta a la Sra. Nichinyo ‑Pág. 1244)
La teoría de las nueve conciencias es una importante doctrina budista que analiza los diferentes estratos de la vida y también los clarifica totalmente. Si bien tiene su origen en el pensamiento del Budismo b1ahayana indio de Sólo‑la‑Conciencia, la verdadera doctrina de las nueve conciencias fue formulada más tarde en China por el Gran Maestro T'ien‑t'ai quien la incorpora a su sistema filosófico. En los Últimos Días de la Ley, Nichiren Daishonin manifestó la entidad de la novena conciencia como el Gohonzon de Nam‑myoho‑renge‑kyo.
Como es bien sabido, desde el comienzo de este siglo y a través del desarrollo de la psicología profunda y el psicoanálisis, se han estado realizando esfuerzos, en Occidente para investigar los diversos estratos de la mente que se extienden ‑por debajo del nivel consciente. A este respecto, podemos decir que muchas de las nociones expuestas en el principio de las nueve conciencias atraen hoy el interés mundial.
En la expresión "nueve conciencias", la "conciencia" ha sido definida desde los tiempos del Budismo temprano como uno de los cinco componentes (forma, percepción, conceptualización, volición, y conciencia) que, reunidos, forman el ser humano individual. Como lo sugiere el término original sánscrito: vijñana, que significa discernir, comprender o entender, ella indica las funciones de conocimiento y razonamiento (es decir, el acto de distinguir o discernir) como también el sujeto que realiza estas funciones. La literatura Abhidharma (comentario doctrinal), del Budismo temprano o Hinayana, define seis conciencias que pertenecen respectivamente a los ojos, los oídos, la nariz, la lengua, el cuerpo y la mente, las cuales funcionan en relación. Con los "seis objetos": formas, sonidos, olores, sabores, texturas y dharmas (elementos mentales o espirituales). Estos seis objetos indican todo aquello que puede ser percibido por los sentidos, mientras que las seis conciencias indican tanto las funciones que perciben estos objetos como el sujeto que los percibe.
LAS FUNCIONES CONSCIENTES DE LA MENTE
Podemos comprender fácilmente los trabajos de estas seis conciencias en relación con nuestra experiencia cotidiana. Recibimos información acerca del mundo exterior a través de los cinco órganos de los sentidos: los ojos, los oídos, la nariz, la lengua y el cuerpo. Basados en la integración de estos datos por la sexta conciencia –la mente‑ formamos juicios y, de ese modo, llevamos a cabo nuestras actividades diarias.
La sexta conciencia o "mente" indica aquí las funciones comunes de la mente humana que considera las cosas sobre la base de nociones generales, y distingue los objetos. En otras palabras, podemos considerar a las seis primeras conciencias como funciones que emergen en respuesta al mundo cotidiano de los asuntos humanos. En términos de la teoría de los Díez Estados, podríamos decir que estas conciencias corresponden al plano de los seis primeros estados, desde Infierno hasta Alegría. En estos "seis senderos" desde Infierno hasta Alegría, estamos respondiendo continuamente con ira, pena, placer, etc., a diversos estímulos externos. Completamente atrapados por nuestras reacciones frente a los incidentes cotidianos, somos incapaces de verlos objetivamente.
Puesto que cada uno de nosotros puede reconocer claramente la función de las seis conciencias, podemos decir que funcionan en la "superficie exterior" de la conciencia; ellas proveen un análisis de las funciones conscientes de la mente. Aun que operan a través de los sentidos físicos, las seis conciencias son consideradas como "mente". Esto refleja el hecho de que los dos aspectos, físico y mental; al Budismo temprano o Budismo Abhidharma le preocupaba mucho más el de la mente.
Al respecto, podemos notar que el Kusha Ron (Skt. Abhidharma‑kosha‑shastra) y otros trabajos representativos del Budismo Abhidharma definen a la sexta conciencia como base fundamental de la vida y a las otras cinco conciencias como funciones específicas de la vida. El Budismo temprano no avanzó más allá de este punto en su Investigación.
Sin embargo, si postulamos la sexta conciencia como base fundamental de la vida encontramos invariablemente ciertas dificultades lógicas. En primer lugar, puesto que las funciones de las seis conciencias, por naturaleza, surgen y subsisten coma respuesta a las circunstancias, tenemos el problema de dónde deberíamos buscar al sujeto que sobrelleva el ciclo de nacimiento y muerte.
Para analizarlo supongamos, por ejemplo, que miramos una flor y formamos el juicio, "Es roja", Sin embargo, a menos que hayamos aprendido previamente a qué se refiere la noción de "rojo" (y en tal sentido, a menos que haya algún sujeto que persista) ese conocimiento no surgirá. No obstante, puesto que las funciones de las seis conciencias se interrumpen de tanto en tanto dentro de su estructura, no podemos asumir la existencia de un sujeto continuo que realiza el conocimiento.
EL YO SUBJETIVO POR DEBAJO DEL NIVEL DE CONCIENCIA
Esta dificultad fue resuelta por la escuela de Sólo‑la‑Conciencia, del Budismo Mahayana, que postuló un sujeto continuo por debajo del nivel consciente de la mente. El pensamiento de Solo‑la‑Conciencia, que fue sistematizado por Asanga, Vasubandhu y otros, define otros dos planos de la mente por debajo de las seis conciencias; el séptimo o conciencia manas y el octavo o conciencia alaya.
La palabra manas originalmente significaba mente, intelecto o pensamiento. La sexta conciencia o "mente" indica, también, una función del pensamiento, pero la sexta conciencia está limitada a los pensamientos y razonamientos que atañen a los asuntos externos y comunes de la vida cotidiana. Por el contrario, la conciencia manas representa una función del pensamiento más profundo y poderoso. A diferencia de la sexta conciencia que toma como objeto las diversas circunstancias de la vida diaria, funcionando en respuesta a ellas, la conciencia manas es una función del pensamiento que opera espontáneamente desde el interior, prescindiendo de las condiciones externas. El Gran Maestro T'ien‑t'ai escribe en su Konkomyo Gengi (Significado profundo del Sutra Konkomyo): "La séptima conciencia discriminativa, aborrece y detesta el nacimiento y la muerte y se regocija en el nirvana, añorándolo. Esta es la conciencia de los dos vehículos". Como lo indica este pasaje, puede decirse que la conciencia manas indica las funciones del pensamiento en los estados de vida de la gente de los dos vehículos (Saber y Realización) que ya no están a merced de los asuntos inmediatos sino que ven el mundo de cada día con frío desapego y buscan alcanzar la verdad que penetra todos los fenómenos cambiantes.
Una característica adicional de la conciencia manas es un fuerte apego al yo. La función básica de esta conciencia, además de llevar adelante el pensamiento, es la adhesión al propio ego. Por ello, se dice que la conciencia manas está siempre acompañada de las cuatro formas de ilusión: la ilusión que conduce a las teorías de que el yo es absoluto e invariable, la ilusión que lleva al engreimiento y la ilusión que lleva al apego al yo Es bien sabido que las personas de los dos vehículos, no obstante haber comprendido una porción de la verdad, son aún capaces de caer en el egoísmo y la arrogancia Podemos decir que esto es así porque se convierten en prisioneros de la fuerte tendencia a la auto‑estima que acompaña a la conciencia manas.
Sin embargo, el sentido del yo que surge de esta séptima conciencia difiere de esta séptima conciencia difiero del reconocimiento cotidiano del yo que proviene de la percepción del propio cuerpo o la propia mente y conscientemente emplea la noción de "yo mismo".
Se considera que las funciones de la conciencia manas actúan ininterrumpidamente y en esto difieren de aquellas que operan en la superficie externa de la mente, las cuales están sujetas a interrupciones. Son, por ejemplo, como aquellas funciones que operan en la, vida de alguien reducido a un estado de vida vegetativo por un accidente y que sin embargo respira y hace esfuerzos para resistir. La conciencia manas representa una muy profunda e inconsciente percepción de sí mismo.
Así, con la conciencia manas comenzamos a entrar en el plano que se halla por debajo del conocimiento consciente. Sin embargo, las funciones de la conciencia manas no son totalmente subconscientes. Sus funciones de pensamiento, al igual que aquellas de la sexta conciencia, operan en la superficie conciente de la mente. En palabras, es apropiado considerar a la conciencia manas como un plano de transición que abarca tanto a la dimensión consciente como a la subconsciente.
La clarificación del plano subconsciente en los seres humanos ha avanzado en cierta medida en Occidente a través de las incursiones en la psicología profunda. Freud, por ejemplo, adelantó el concepto del inconsciente individual y demostró que las energías reprimidas de la líbido y la agresión, originan la histeria y otras neurosis. Por otra parte, por ejemplo, en trabajos como el Jojuishiki Ron, el Budismo define los impulsos agresivos o sexuales u otras energías instintivas que por medio de la conciencia manas como "deseos mundanos" (bonno) tales como la avaricia, la ira y la estupidez. En este sentido, podemos decir que lo que la psicología profunda clarifica como inconsciente individual corresponde simplemente al plano se la conciencia manas.
DEPOSITO DEL KARMA : LA CONCIENCIA ALAYA
Así, la conciencia manas combina tanto aquellas funciones del pensamiento que han quebrado los límites de reacción ante los asuntos inmediatos, como una fuerte percepción subconsciente del propio yo. En términos de los Diez Estados, corresponde al estado de vida de los dos vehículos. Como hemos visto, la definición de esta ‑conciencia resuelve el problema de dónde debemos buscar el sujeto continuo que ‑‑piensa, percibe, etc. Sin embargo no nos suministra una solución para el problema de cómo es transmitido el karma y cómo continúa operando desde el pasado hasta el presente y el futuro. Para responder a esta pregunta, la escuela Solo‑la‑Conciencia propuso la presencia ‑por debajo de la conciencia manas‑ de un estrato de la mente aún más profundo llamado octava conciencia o alaya.
La palabra alaya significa generalmente "morada" o "receptáculo". Tal como lo sugiere este nombre, todas nuestras acciones (karma) desde el infinito pasado esta almacenadas,; como influencias potenciales llamadas "semillas", en este plano subconsciente. Es por ello que a la conciencia alaya también se la llama a veces, "conciencia almacén" o "depósito de semillas". Este concepto de "semillas" comparado con las semillas de una planta que germinan para producir ramas y hojas se origino con la escuela de Solo‑la‑Conciencia y representa el poder latente de nuestras acciones para producir posteriores influencias.
Por ejemplo, se ha observado que alguien que tuvo entrenamiento deportivo durante cierto período, aun cuando deja de entrenar por un tiempo, puede recuperar rápidamente su anterior habilidad si retoma su entrenamiento o, por lo menos, lo hace mucho mas rápidamente que otro que nunca había entrenado antes. En este caso podemos decir que la acción de entrenar en deportes (karma) La impreso su influencia como "semillas" en la vida de aquel individuo. Sea buena o mala, la influencia de todas nuestras experiencias y acciones se acumulan como "semillas" en la conciencia, alaya y esas semillas, a su vez, influyen en posteriores acciones. Puesto que esas semillas kármicas no están gobernadas por el mundo exterior sino que persisten sin interrupción, no es necesario decir que yacen en un nivel de vida extremadamente profundo. Sin embargo, una influencia recíproca incesante tiene lugar entre esas semillas en el profundo estrato llamado conciencia alaya y los niveles superficie, les en los que se evidencia la acción.
Este plano alaya, un verdadero remolino de karmas diversos, tanto buenos como malos, no puede ser nunca transformado por el poder del pensamiento perteneciente a aquellos de los dos vehículos. El Konkomyo Gengi afirma: "La octava conciencia contiene todas las impresiones sin excepción y se combina con la ilusión y la ignorancia. Esta es la conciencia de los bodhisattvas". Como lo indica este pasaje entre los Diez Estados, el que corresponde a la conciencia alaya es el estado de vida del bodhisattva que combate el mal a través de su práctica por el bien de los demás.
En otras palabras, Bodhisattva es el estado en el cual despertamos el poder de la misericordia y, formando el buen karma de la acción altruista, luchamos para someter el mal karma que ha sido impreso en el plano interior de la vida, trabajando así hacia la auto‑reforma. Solo el estado de Bodhisattva, en el cual atravesamos miro del egoísmo y dedicamos nuestra vida en bien de los demás, puede afectar
LA CONCIENCIA ALAYA Y EL KARMA COMPARTIDO
La conciencia alaya, donde está almacenado el karma, tiene un aspecto que trasciende la vida individual y está vinculado a la vida de los demás. El karma no solo está formado por los actos individuales sino también por los actos realizados en cooperación o asociación con los demás. En Budismo, el karma que es experimentado por un número de individuos, se llama karma compartido o general.
Por ejemplo, el noveno volumen del Jujubibasha Ron de Nagarjuna afirma: "Los seres sensibles bao nacido en virtud del karma individual; los seres insensibles, en‑ del karma compartido". Las vidas individuales vienen a la existencia en virtud de sus acciones individuales, mientras que las formas insensibles de vida (como las montañas, los ríos, la tierra, etc.) son el producto del karma compartido o grupal.
La "vida insensible" indica aquí, en términos generales, el medio ambiente insensible que incluye no solo el mundo de la naturaleza sino también la cultura de la sociedad humana. Podemos decir que la clase de país o de cultura que tiene un pueblo es atribuible a su karma compartido.
De acuerdo con esto, la conciencia alaya no solo contiene el karma individual sino también el karma común a nuestra familia, nuestra raza y aun a toda la humanidad. El plano de la conciencia alaya que se halla así ampliamente ligado a los demás, puede ser considerado en este sentido como conteniendo el inconsciente colectivo postulado por Carl Jung y otros conceptos similares de la psicología profunda.
La naturaleza de la conciencia alaya no se puede definir únicamente como buena o mala. Ella es, por decirlo así, como la proverbial hoja de papel en blanco: los efectos potenciales de todas nuestras acciones, buenas o malas, están depositados tal como son, como semillas karmicas Abarcando "los dos aspectos de pureza e impureza" la conciencia alaya es un plano donde los poderes del bien y del mal compiten furiosamente.
Así pues, cuando consideramos el asunto en profundidad, a menos que, tanto el bien como el mal en el plano de la conciencia alaya, sean presentados en una dimensión más profunda, estaremos incesantemente trabados en el combate. Hasta el bodhisattva que aspira a vencer el mal karma a través de la conducta altruista, acabará al fin trabado en el combate con el mal que no se puede erradicar, sin virtual esperanza de alcanzar el absoluto estado de Budeidad.
En consecuencia, en última instancia, la escuela de Solo‑la‑Conciencia, que postula a la conciencia alaya como base fundamental de la vida, no abre el camino hacia la Budeidad. En esto se apoya el razonamiento para considerar a la novena con ciencia amala, como la realidad original del universo y la base para alcanzar la Budeidad.
La palabra amala significa sin mancha, puro o impoluto. Por esta razón, la novena conciencia es también mencionada, a veces, como la "conciencia pura fundamental" o la "conciencia impoluta". T'ien‑t'ai afirma: "La novena es la conciencia del Buda". (Konkomyo Gengi). Como lo indica esta afirmación, la conciencia amala es en si misma la vida del Buda, el más grande Yo que es eterno e inmutable. Solo en base a este máximo Yo, que es puro e impoluto, podemos poner fin a la incesante lucha del bien y del mal representada por la conciencia alaya; y entonces las otras conciencias también brillarán con un fulgor no afectado por el karma.
EL GOHONZON: ENTIDAD DE LA NOVENA CONCIENCIA
T'ien‑t'ai intentó alcanzar esta novena conciencia con su práctica de "medita‑ sobre el momento de la vida y la Ley" (Kannen kampo). Sin embargo, esta práctica era extremadamente difícil y solo un puñado de personas eran capaces de llevarla a cabo. En los últimos Días de la Ley, cuando el Budismo de Shakyamuni se ha perdido y oscurecido, el método de T'ien‑t'ai se torna inapropiado. Para el bien de esta época, Nichiren Daishonin declaró que la novena conciencia señalada por T'ien‑t'ai como realidad fundamental del universo, es Nam‑myoho‑renge‑kyo. También manifestó esta vida cósmica original, en fonda concreta, en el Gohonzon, abriendo el gran camino hacia la Budeidad a través del chal todas las personas pueden manifestar el gran Yo latente en su interior.
En un Gosho titulado "El verdadero aspecto del Gohonzon" el Daishonin afirma:
"Nunca busque este Gohonzon fuera de usted mismo El Gohonzon existe solo dentro de la carne mortal de nosotros, personas comunes que abrazamos el Sutra del Loto e invocamos Nam‑myoho‑rengo‑kyo. El cuerpo es el palacio de la novena conciencia, la realidad inmutable que gobierna sobre todas las funciones de la vida".
En otras palabras, la noble vida de la novena conciencia, la realidad última, existe absolutamente dentro de nosotros, que creemos en la Ley Mística y nos dedicamos a invocar Nam‑myoho‑rengo‑kyo. Más aún, el Gohonzon de Nam‑myoho‑renge‑kyo inscripto por el Daishonin es en sí mismo la corporificación concreta de la realidad fundamental de la novena conciencia, tal como lo indica claramente este pasaje.
Abrazando el Gohonzon y creyendo en él como la corporificación de la novena con ciencia, la invariable realidad que reina sobre todas las funciones de la vida, e invocando daimoku, podemos manifestar la noble vida de la novena conciencia desde nuestro interior y, en esta forma, usar libremente las funciones de las primeras ocho conciencias para lograr nuestra iluminación.
No obstante, va de suyo que aún la práctica budista, a nivel de la acción concreta, debe expandirse dentro de la realidad del mundo cotidiano. Aún la vida e iluminación del Buda, debe tener alguna conexión con el mundo fenoménico, de lo contrario, sería una abstracción idealista y fantasiosa. El estado de Budeidad del ‑que habla el Buda, es inseparable del mundo común y, al mismo tiempo, produce la iluminación del mundo común.
En el Gosho llamado ",Infierno y Budeidad Nichiren Daishonin afirma: "Base su mente en la novena conciencia y su práctica en las seis conciencias". Podemos leer este pasaje como enseñanza de que la práctica para manifestar la Budeidad se apoya en lograr asir las realidades de la vida cotidiana sobre la base de la Ley Mística 0 sea, no habitamos pacíficamente en una "iluminación" divorciada del mundo real. Por el contrario, a través de la incesante comunicación entre la base fundamental de la vida y el mundo cotidiano, se torna posible establecer una identidad propia inconmovible. Llevando en la mente este principio de la práctica budista y enfrentando la realidad con la base del gongyo y el daimoku diarios, podemos concretar una revolución fundamental de nuestro estado de vida.
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